Publicada en 1897, esta novela del escritor irlandés Bram Stoker es una obra maestra de la literatura de terror. Drácula dio su forma literaria definitiva al mito del vampiro, aunque este mito ya existiera antes. El nombre del protagonista se inspira en un personaje del siglo XV, Vlad Drácula (más conocido como Vlad Tepes, que significa el Empalador), que fue un héroe de la independencia rumana frente a los turcos, y al cual alude el conde Drácula de un modo superficial y bastante genérico durante una conversación nocturna que mantiene en su castillo con el héroe de la novela, Jonathan Harker. Pero en esta novela la apariencia física de su protagonista ya no es la de un caudillo guerrero renacentista, sino la de un aristócrata rumano, decadente y algo anticuado.
Sus características también se apartan ligeramente de las que nos ha brindado el cine en la mayoría de sus versiones (por ejemplo, lleva un bigote blanco y una barba puntiaguda con algunas canas). Aunque en el cine le repugne la flor del ajo silvestre, siga sin proyectar sombra ni reflejarse en los espejos, le pongan furioso los objetos sagrados (crucifijos, hostias consagradas...) y pierda su terrible poder con la llegada del día, en la novela, en cambio, es perfectamente capaz de pasearse a la luz del día y en las primeras horas de una calurosa y soleada tarde de septiembre, al menos en dos ocasiones y ambas sin peligro alguno para él: ante la jaula de un lobo en el parque zoológico de Londres y observando a una elegante señorita.
Jonathan Harker visita al conde Drácula para venderle un caserón cerca de Londres y en su décima noche en el castillo es asediado por tres mujeres, bellas y fantasmales, que comparten la mansión con Drácula. Por suerte, esta vez la intervención del conde consigue librarle de ellas. Otras dos mujeres aparecen en la novela: Wilhelmina Murray, la valerosa prometida de Jonathan Harker, y Lucy Westenra, la sensible amiga de ésta. Ambas sufren el acoso de Drácula, aunque con resultados bien diferentes.
El verdadero enemigo del siniestro conde es el doctor Abraham Van Helsing, un científico que ha dedicado su vida a estudiar y combatir a los vampiros, por lo que es el único que conoce el modo más eficaz de aniquilarlos.
Desde el punto de vista estilístico, la novela recobra un recurso literario que estuvo muy en boga durante los siglos XVIII y XIX: el estilo epistolar. En efecto, la narración se presenta como una ordenada sucesión de fragmentos de diarios, cartas, artículos periodísticos e incluso algún telegrama, que van dando cuenta de los sucesos que constituyen su argumento a medida que éstos se producen. No obstante, la estructura de la narración sigue siendo la clásica de una novela.
El éxito que desde el principio han tenido las proezas sangrientas del conde Drácula ha logrado que esta novela fuera llevada a la escena en diversas ocasiones. Con el advenimiento del cine el conde vampiro se convirtió en un personaje aterradoramente familiar para millones de espectadores. Más de un centenar de películas, rodadas en los países más diversos, han presentado al público la negra silueta y los afilados colmillos del sangriento conde de Transilvania, y algunas se han hecho merecidamente famosas.
Entre ellas destacan Nosferatu (1922), de F. W. Murnau, con decorados del más puro expresionismo alemán, y la clásica Drácula de Tod Browning (1931), una verdadera joya del terror rodada en blanco y negro con una atmósfera inquietante que se consigue a base de penumbras, nieblas y medias luces, y con el vampiro encarnado por un atormentado Bela Lugosi.
Mucho más tarde, la productora inglesa Hammer realizó la famosa serie sobre este personaje, en la que el príncipe de las tinieblas estaba interpretado de un modo muy convincente por Christopher Lee (Horror of Dracula, 1958). La película dirigida por Francis Ford Coppola en 1992 (Drácula de Bram Stoker) es considerada como una de las mejores adaptaciones realizadas hasta el momento. En todas estas películas, la larga capa negra del señor de la noche, su rostro espectral, sus afiladas uñas y su boca ávida de sangre han perseguido los sueños de millones de personas y, por lo que parece, aún seguirán persiguiéndolos durante mucho tiempo más.
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